Sideroxylon foetidissimum Jacq.
SapotaceaeMuchas veces referenciado con el sinónimo Mastichodendron foetidissimum, este árbol es nativo del Caribe (por todas las Antillas), México (Campeche y Quintana Roo), Belice, Guatemala y Florida. Su nombre científico deriva del griego σίδηρος (sideros, 'hierro) y“ξύλον” (xylon, 'madera') aludiendo a su dura madera y el epíteto latino foetidus (fétido) en superlativo, por el mal olor que desprenden sus flores. Sus frutos de color naranja, de mal sabor para el hombre, sí son muy apreciados por la fauna, que ayuda a dispersar sus semillas. Casi todas las especies de este género son neotropicales, aunque hay unas pocas especies en el sur de África, Madagascar, islas Mascareñas, y sólo dos especies descritas en la Macaronesia, una de ellas en Canarias, el Sideroxylon canariensis o marmulano, muy escaso pero presente en todas las islas menos en Lanzarote y La Graciosa, casi siempre en riscos inaccesibles con mucha pendiente. Está muy amenazada (en 2010 se censaron 156 individuos, con un sólo ejemplar en Fuerteventura y dos en El Hierro), a pesar de no estar en ningún catálogo de protección. Que su semilla tenga un endocarpo tan duro, explica que requiera para germinar el paso por el tracto digestivo de ciertas especies animales, lo que implica que cuando hay un desequilibrio ecológico, tanto el vegetal como el animal entran en riesgo de desaparición. Esto ha sucedido ya con algunas especies del mismo género, como el Sideroxylon grandiflorum, llamado tambalacoque o árbol del dodo, de Isla Mauricio. En los años 70 sólo se conocían 13 ejemplares de este árbol, todos ellos estimados con una edad mayor a 300 años. El biólogo americano Stanley Temple se dio cuenta de que precisamente en el s. XVII se había extinguido el dodo en la isla, por lo que en 1977 decidió alimentar pavos con sus frutos y logró que las semillas germinasen, probando así su teoría, aunque no se descarta que otros animales ahora extintos jugasen el mismo papel atribuido al dodo. Para la especie canaria también se habla de que su decadencia esté relacionada con la disminución de algunas aves que podrían tener un papel similar al del dodo. Su uso como ornamental obedece fundamentalmente a su rápido crecimiento, resistencia a la sequía, viento y salinidad, pero no tiene mucho más atractivo, pues sus inflorescencias en pequeños racimos son poco interesantes a nivel ornamental, de color verde o crema, y huelen mal. También se cultiva por su madera, muy valorada al ser dura, resistente, duradera, pesada y de un color amarillo o anaranjado, que se utiliza en la construcción de barcos.